La siguiente es una traducción del texto original en inglés de Hilary Barrett (quien no habla español) realizada por Verónica Lassa como aporte al Yijing en su viaje por los siglos.
Si hay comentarios u observaciones que puedan mejorar las versiones en español, contactar a Verónica a través de https://urdirlatrama.blogspot.com.ar/p/i-ching.html para que se tome debida nota.
¡Muchas gracias!
‘Obstruyéndolo, No personas.
No es provechosa la preseverancia del junzi.
Lo grande se va, llega lo pequeño’.
La interpretación ‘más común’ del Dictamen del Hexagrama 12 es la de que están actuando personas malas, y la de que es esto lo que prevalece en el ambiente y perjudica la labor del junzi. Y, en efecto, a veces significa exactamente eso, en especial, de que hay alguien que promueve rumores malintencionados. Sin embargo, mi experiencia con el hexagrama 12 no es siempre —ni siquiera habitualmente— algo por el estilo.
Algunas traducciones nos permiten abordar otra perspectiva. James Legge escribe acerca de ‘el deseo de lograr un buen entendimiento entre los hombres’; Thomas Cleary, en su libro Taoist I Ching, dice ‘negación de la humanidad’. Las ‘no personas’ puede que no sean el chivo expiatorio a mano para lo Obstruido, puede que representen la actitud mental que causó la obstrucción.
Las ‘no personas’, fei ren, están fuera del sistema, no son como nosotros —casi a un paso de no ser personas completamente reales—. En el Libro de las Odas, un desolado orador pregunta si sus ancestros eran fei ren —inhumanos, despiadados— que permitían su sufrimiento (Shijing 204).
Literalmente son ‘bandidos’, malhechores. El Diccionario etimológico chino en línea muestra que ‘bandido’ es defecto o maldades ocultas en un recipiente. La palabra para ‘maldad’ parece venir de ‘alas rotas’ — una imagen perfecta para algo que está dislocado, que no funciona porque no encaja—.
No es difícil verlo en la esfera política cuando se identifica a un grupo con la etiqueta de ‘no personas’. Puede que sea inaceptable en términos sociales, o simplemente impensable, no entender cómo es que puedan denominarse humanos. (Piensen en los distintos usos de la palabra ‘terrorista’). Las etiquetas pueden volverse modos de pensar: ‘Por supuesto que no va a pedir instrucciones, si es hombre’; ‘bueno, era esperable que reaccionara así, si es Escorpio’; ‘más bien que es trabajadora, todos los asiáticos lo son’.
Mucho más sutil y más difícil de distinguir es cómo usamos las etiquetas como atajos en nuestras relaciones personales. Es hipersensible, es egocéntrico… y eso deja explicados —a hombres y mujeres— en un prolijo paquete. En realidad, puede que te ayude a predecir el comportamiento de alguien con mucha precisión, pero es un substituto barato y a la mano que no hace que logres comprenderlos. Cuando aparece el Hexagrama 12 en una consulta es posible que esta etiqueta que nos permite predecir conductas se haya tornado tan rígida que esté reempazando, con mucha insidia, la verdadera conexión con las personas. Todo lo que hay por fuera del paquete que lleva la etiqueta se torna invisible.
Creo que el Hexagrama 12 también puede hacer referencia a las etiquetas que usamos para nosotros mismos. Con increíble sincronicidad acabo de encontrar, mientras navego, un artículo (en inglés) sobre las ‘Etiquetas cuánticas’ que comienza así:
“¿Cuáles son tus etiquetas? ¿Padre… estudiante… profesional… intelectual? ¿Sanador… escritor… amante… amigo? Estas etiquetas no son solo la manera en que los otros nos ‘ven’, sino también el recipiente y el separador en que nos ponemos a nosotros mismos. Las etiquetas son las opiniones que tenemos de nosotros y, a veces, se trata de opiniones que nos gustaría no tener. Opiniones como ‘soy holgazán’, ‘dejo todo para después’, ‘no soy muy brillante’ y otras por el estilo”.
El artículo continúa con una sugerencia un tanto extravagante de que literalmente deberíamos llevar etiquetas para modificar nuestra naturaleza a nivel celular. Sin embargo, la idea del ‘recipiente y separador’ me hace acordar a la ‘caja’ del ideograma ‘fei’. Mientras estés encerrado —tú o cualquiera— en esa caja, no hay nivel de nobleza o perseverancia que vaya a llevarte a ninguna parte.